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Curiosidades del “Bolero”

 “Vereda Tropical” fue compuesta por Gonzalo Curiel en Acapulco en 1936… Cuenta Lupita Palomera, su primera intérprete, que llegó a ser tan popular este bolero en México, que en los anuncios de los diarios solicitando servicio doméstico, se veían algunos que decían así: “Se solicita empleada doméstica que NO cante Vereda Tropical”…

 Ernesto Hoffmann Liévano, el autor de la letra del bolero “Cosas como tú” es colombiano, trabajaba como locutor de una emisora de Nueva York, cuando lo conoció Santiago Alvarado, el autor de la música.

“Siempre en mi corazón” el hermoso bolero de Ernesto Lecuona, se llamó originalmente “Si no puedo yo quererte” y tenía otra letra. Tuvo gran éxito en la película Always in my heart, razón por la cual le cambió la letra y el nombre para adecuarlo a la versión americana.

Carlos Eleta le dedicó el bolero “Perdónala Señor” al compositor “Chino” Hassan, su amigo, cuando a éste lo dejó plantado una chica que pretendía y que se fue con “otra”…

El nombre original del bolero “Madrigal” fue “Estando Contigo” y fue interpretado hace muchos años por Charlie Figueroa. Su autor es Felipe R. Goyco “Don Felo”, de origen puertorriqueño…

El bolero comenzó a ser bailable como bolero en 1927 – 1928…

Francisco Flores del Campo, autor de “Sufrir” trabajó con Carlos Gardel en la película “El día que me quieras”…

Héctor Ulloa R. el famoso “Chinche” de la televisión colombiana, es el autor del bolero “Cinco centavitos” que popularizó Julio Jaramillo…

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Canciones de cama y cuna

Toda persona que habla de amor a su amor lo hace con letra de bolero. Hay palabras precisas para decirnos a nosotros mismos que el encuentro con determinado ser está indicando una diferencia; también para reconocer que esa cosa distinta se transforma en pasión: y que triunfamos o somos desdeñados. Finalmente, contamos con esas extrañas palabras que marcan el (lento, progresivo, desgarrado) final del hechizo.

Dicho de otro modo: nuestro descubrimiento del amor o de su desaparición siempre se convierte en frases o exclamaciones. Nada hay más original en cada individuo que la manera como expresa su pasión o su odio. Y al hacerlo, sin embargo, está repitiendo la letra de algún bolero. No tenemos que ser conscientes del hecho: quienes han sido deliberados y conscientes en este código del enamoramiento y sus matices son los compositores del Caribe: sus letras roban la originalidad de nuestros sentimientos, para devolverla bajo la forma de un secreto musical colectivo.

La profundidad extrema del amor acude al silencio o al lenguaje de los hechos; pero cuando necesita ser expresado oralmente, sus sintagmas o monosílabos adquieren la exacta extensión de una frase, que bien puede caber en la versificación de un bolero.
Hubo una época en la que no existía el bolero, y creo que entonces la gente estaba incompleta. El amor carecía de un mensajero público, popular, a través del cual mostrarse. Otros eran los medios cotidianos para la expresión: la mirada, los gestos, una flor, un objeto, el dinero, las leyes, la tragedia o la comedia. Depende del tiempo en que veamos a las parejas atraerse. Y hasta hubo épocas en que no existió lo que hoy llamamos amor: pero no es ese nuestro tema de hoy.

El amor en las tierras del mar Caribe y, por extensión, en casi toda la América Latina, habla en bolero. Puede haber canciones inolvidables por su melodía o por sus frases. En el bolero ambas cosas están fusionadas tan profundamente, que ningún oyente verdadero podría separar una de otra. Ritmo, melodía, sentido: claves del asunto. Claves que también proceden de las palabras y la manera como se dicen las cosas del amor entre nosotros. No son versos las letras del bolero, aunque muchos bellos versos se cuelan allí: los autores no han buscado la creación metafórica sino cerca del sentido inmediato, es decir, del habla o del susurro. Sin embargo, en su totalidad, el mensaje está versificado. A veces por obra de la rima y del ritmo; a veces porque sus temas (su único tema, para ser exactos) se desarrollan como en un poema.
Esta misma particularidad oral del bolero es lo que define el destino de sus intérpretes. No todo el mundo puede cantar boleros. Antes de entrar en ese aspecto, concluyamos con los párrafos anteriores: el bolero perdura —a pesar de sus metamorfosis— como emblema del amor en América Latina, precisamente por su carácter oral: cada pieza conversa, confiesa o maldice: expone una situación pasional, tal como ésta se presenta en la realidad. Y si así ocurrió a comienzos del siglo XX, nada indica que dejará de ocurrir en forma similar. Las raíces del bolero van al fondo inconsciente de la ternura y de la pasión. Allá están las fuentes sentimentales que nutren su presente y su futuro. El bolero canta porque habla: en ese doble borde reside el secreto de su duración, de su aceptación.

Hablaré ahora de dos cantantes actuales para matizar lo que quiero decir. Gloria Estefan representa un fenómeno único: el traslado político (y en cierto modo natural: por los límites marinos) del bolero a terrenos norteamericanos. Hablo de terrenos, ya que ni la geografía ni el alma de Miami, pertenecen a la cultura de las Antillas. El antiguo refugio para los gringos (en su mayoría viejos) que huían del invierno, convirtió su célula latina de los años cuarenta y cincuenta en un complejo organismo social compuesto casi completamente por cubanos. Si el bolero (y la rumba y el mambo) era bailado allí en casinos y boîtes, por gringos de madera, tiesos y secos, la emigración cubana fue inyectando calor, vivacidad, sabor y hasta melancolía al baile y a los oyentes. Gloria Estefan es un refrescante producto de esa novedad social. En su contra tiene el hecho de resultar un producto sostenido por fabricantes de música y espectáculo. Pero no hay duda de que su voz (limitada, dúctil, susurrante) se alinea en una larga tradición: la de Eva Garza y Virginia López. Esto la convierte en una modalidad necesaria y espléndida: el bolero refinado, casi espontáneo, pero firmemente arraigado en los cánones del género. También a su favor cuenta una instrumentación límpida, el adecuado uso de recursos electrónicos; y los discretos textos de sus éxitos.

La otra bolerista de este fin de siglo es, absolutamente, una bête noire como intérprete. Es sobria (casi inmóvil) durante sus espectáculos; intuyo asimismo que su vida privada es elemental y media. Pero tras esta impresión que me produce, se revela, pleno, hiriente, poderoso, original, el genio del bolero. Hablo, desde luego, de Paquita la del Barrio. Y sin exagerar, a la vez que considero que ella resume todo un siglo de boleros, que en sí misma representa una edad de oro para éste, puedo decir que tal vez Paquita la del Barrio sea la última gran sacerdotisa actual del bolero. El secreto reside en su voz: no importa su vida general ni su repertorio ni otro accesorio: Paquita la del Barrio es sólo voz, y esa voz es la del deseo en su magnífica precisión, en su inevitable ambigüedad; es la voz de la sexualidad y del placer, del engaño y la perfidia, del odio, del desprecio: de la exacerbada sensibilidad del amante (con o sin amada).

¿Qué edad podemos dar al bolero? Como para tantos fenómenos de la cultura popular, no hay una fecha de nacimiento exacta. Pero por oposición, la natural presencia del danzón y, un poco después, de la rumba, nos permiten reconocer que la necesidad de contraste, entre músicos y bailadores, iba a requerir de un ritmo lento: los primeros avances de las expresiones amorosas en público. Si una pieza como “Adiós Mariquita linda”, compuesta por un autor de Michoacán en 1925, se impone en México y traspasa la frontera de Norteamérica, es porque en esa década los ritmos precedentes de la canción han ido alterando sus compases y ya el bolero es generalmente aceptado.

En todo caso, hubiera bastado una fácil alteración rítmica en la famosa canción “La golondrina”, posiblemente compuesta hacia 1870; o en la no menos famosa “La paloma” de 1866, para que desde entonces el bolero hubiese hecho acto de presencia. No hay duda, en cambio, de que la inauguración de la radiodifusora XEW, la Voz de América, en México iba a marcar el establecimiento, la popularidad, la difusión del bolero y sus intérpretes en todo el Caribe. Había nacido el inexorable paralelismo entre el bolero y la radio, que aún hoy continúa.

Decir radio es decir cantantes, músicos y, desde luego, compositores. Ya en la estación XEW está un joven y oscuro compositor elevando la gloria de su talento, que llegará hasta nosotros: Agustín Lara. Y entre los intérpretes, el primer círculo de los clásicos: Alfonso Ortiz Tirado, Juan Arvizu, Néstor Chayres, entre otros.

Pero, ¿de dónde viene esa eclosión rítmica y emotiva, el bolero? En su libro La música afrocubana el estudioso Fernando Ortiz, considera: “En la música de Cuba han podido confluir cuatro corrientes étnicas, que grosso modo pueden denominarse india, europea, africana y asiática, o también bermeja, blanca, negra y amarilla”. A pesar de esto, Ortiz niega enfáticamente la influencia del indígena americano en nuestra música.
Por su parte, Alejo Carpentier, en La música de Cuba, contrapone el baile aristocrático del minué en La Habana a la aparición marginal de la contradanza: “El hecho es de capital importancia para la historia de la música cubana, ya que la contradanza francesa fue adoptada con sorprendente rapidez, permaneciendo en la isla, y transformándose en una contradanza cubana, cultivada por todos los compositores criollos del siglo XIX, que pasó a ser, incluso, el primer género de la música de la isla capaz de soportar triunfalmente la prueba de la exportación. Sus derivaciones originaron toda una familia de tipos aún vigentes. De la contradanza en 6 por 8 —considerablemente cubanizada— nacieron los géneros que hoy se llaman la clave, la criolla y la goajira. De la contradanza en 2 por 4, nacieron la danza, la habanera y el danzón, con sus consecuentes más o menos híbridos”.

Híbrido o no, de allí deriva rítmicamente el bolero, que habría de adquirir relevancia sobre todos aquellos otros tipos musicales. Para cerrar estas líneas, veamos esos orígenes del bolero según el especialista Néstor Leal: “Nacido gracias a un progresivo cruce de influencias —en el que participaron de un modo u otro, a lo largo de las primeras décadas del siglo, la llamada habanera, la romanza operática, la canción vals, el son, la clave, el danzón, el fox-trot y aun el blues—, la trayectoria del bolero la inauguran, por una parte, autores vinculados por formación y aprendizaje a la opereta y a la zarzuela —como Roig, Grenet y Lecuona— o al teatro de variedades y la radio —como Cárdenas, Grever, Hernández, Lara y Esparza Oteo— durante una época —la de los años ’30…” Añade Leal que entre los primeros intérpretes de ese lapso se cuentan, sobre todo en México, tenores y barítonos ligeros como algunos de los ya nombrados, y José Mojica, Tito Guízar, Juan Pulido, Pedro Vargas. Además, las mezzosopranos y contraltos Esther Borjas, Margarita Cueto, Rita Montaner.

Presencia francesa y española (¿puede haber bolero sin guitarra y sin requinto?); presencia africana en todo el Caribe: la riqueza percutiva de nuestra música no oculta su lenguaje de tambores. ¿Y lo indígena? Tal vez sea arriesgado decirlo, pero creo que el aporte indígena al bolero —aporte importantísimo— no consiste en elementos instrumentales o técnicos: tal rasgo consistiría en una expresión de carácter. Tapado por la confluencia de culturas, hay un sentido del erotismo, mejor dicho, de la expresión erótica antillana, que ha permanecido oculto durante siglos: el langor, la sensualidad mórbida, la contenida pasión que se agita como lenta serpiente hasta explotar en el frenesí corporal. Ritmo, música y letra del bolero unen a todos sus componentes internacionales en un riguroso determinismo: la cadencia sinuosa, insegura, sobresaltada; ardiente y tierna, pero también trágica del alma indígena. Desde Cuba prolifera el bolero como expresión estética; México —país de inmensa población indígena— lo acuna y lo devuelve a las masas. Todo el Caribe lo ha celebrado durante estos cien años como su canto de cuna, de cama.

Fuente: José Balza

ELENA BURKE
   
     

Nació en la capital cubana allá por 1928, justo para ser una atrevida jovencita de voz insospechable, cuando el movimiento feeling de la cancionística cubana empezó a dar crecientes señales de vida, desde los inicios de la década del cuarenta. Ella, como muchas otras figuras de la música popular cubana, debutó en la radio y de allí muy pronto pasó al cabaret.

Antes de ser solista, sus dotes innatas de cante se alimentaron con la participación en varios de los más importantes cuartetos vocales de los años cuarenta. En ellos fermentaba el repertorio del feeling y su particular manera de decir la canción: Cuarteto de Facundo Rivera, Cuarteto de Orlando de La Rosa y las D'Aida.

En 1957, Álvarez Guedes le produjo a Elena Burke su primer disco de larga duración para su sello Gema. El puso condiciones espléndidas desde el punto de vista orquestal, para que ella enseñara sus poderosas cartas credenciales como una de las más importantes voces del cancionero en lengua hispana durante el siglo XX.

Lo demás fue madurar y darse a conocer cada vez más. Es decir, vivir intensamente cada día que se ha topado por delante. En ese tráfago vital, Elena ha logrado convertirse en vehículo muy especial de los sentimientos de la immensa mayoría de la gente. Ella es de alto aprecio entre los más humildes moradores de la mayor de las Antillas, como entre los individuos de más soberbio elitismo. Esta mujer que ha logrado, con su voz de inacabables recursos, dar siempre la impresión de que te está cantando a ti y muy cerca del oído, aunque tú seas uno de los miles de espectadores que ha colmado un coliseo para ir a disfrutarle, se ha convertido en un modo de ser de la espiritualidad cubana.

   
     


Son razones suficientes para advertir la angustia en las calles, en los hogares, en cualquier sitio de la Isla, cuando hace más o menos tres años se supo que estaba gravemente enferma en Ciudad México. Y también en esos mismos medios que se palpó como un respirar más descansado, al conocer que enferma y todo había llegado a La Habana. Ya estaba en casa y podía potenciarse la esperanza que no se nos muriera cuando más falta nos hacía.
Todos sus paisanos, pero sobretodo el habanero, se mantuvo en vilo mientras su convalecencia era estacionaria y mucha gente lloró cuando algún malvado desató el rumor de su muerte... Por eso, en el momento en que la radio y la televisión dieron la noticia de que ella volvería a la Sala Avellaneda a cantar, Cuba, como un solo corazón, se paralizó.

Su periplo artístico hizo escala importante cuando conoció a la pianista y directora de orquesta Aída Diestro, quien trabajaba en la CMQ Radio y a la cual animó para formar parte de una agrupación vocal que había planeado junto con Moraima Secada, Omara y Haydeé Portuondo. En agosto de 1952 debutaron en el Carrousell de la Alegría, espacio televisivo presentado por Germán Pinelli. Recién acababan de montar dos números: Mamey colorado y Cosas del alma. De ahí pasaron al Show de mediodía y eso les hizo pensar en extender su repertorio, entonces armaron: Que jelengue, Profecía, Ya no me quieras y Las mulatas del cha cha cha. Todo prometía; sin embargo, la irregularidad en los contratos fracturó el proyecto y provocó la separación.
 

"Yo lo pensé mucho -comentaba Elena-, como quiera que sea habíamos logrado algo importante en nuestras vidas. Teníamos un estilo muy singular que gustaba a propios y extraños y eso le daba perspectivas a nuestro trabajo. Realizamos algunas giras por el extranjero, grabamos un disco acompañando a Nat King Cole y otro a dúo con Lucho Gatica, pero creo que se dio el momento en que cada una de nosotras necesitaba consolidarse por separado y, bueno, nos despedimos, sin pena y sin llanto."

 
Documental Homenaje a Elena Burke
   
     


El don de la expresión
Separada de sus amigas, Elena fue en pos de un algo que le definiera. Un estilo que, amén del don de la expresión, le proporcionara libertad para interpretar cualquier tema. Y ese "algo" lo encontró de manera expedita en su persona, ya que en ella estaba el don de la expresión como una de sus más altas cualidades.

Entonces La Burke se convirtió en la intérprete ideal de todo compositor, pues si bien se aprendía la canción interiorizando las motivaciones del autor, hacía visibles las palabras, la metáfora más sutil con una gestualidad característica y, al mismo tiempo, con una fuerza expresiva de arrebato.

Enriqueta Almanza, una de sus más asiduas acompañantes al piano decía que no era fácil acompañar a Elena: "Ella no permite caer en rutinas. Aunque se trate de canciones repetidas, siempre hace de una versión variantes insólitas. En un escenario uno tiene que andar cazándola, pues nunca proyecta un número igual ni dos veces. Y no hablo de lo musical solamente, sino de la emoción".
Por su parte Frank Domínguez, él compositor de Tú me acostumbraste, de la que Elena fue su primera intérprete, comentaba al respecto del estilo de Elena y de su capacidad musical subrayando la importancia del "oído armónico". "No lee música, pero sabe exigir el acorde perfecto. Y si cambia la melodía, en definitiva, la realza con su sentimiento.

 

USTED: Letra: Moris Zorrilla Musica de Gabriel Ruiz Enriqueta - >Malena y Elena Burke

Ella ha sido de las pocas, por no decir la única, que logró combinar con sabiduría y buen gusto estilos tan variados como los de Ernesto Lecuona, Silvio Rodríguez, Ignacio Piñeiro, Sindo Garay, Mirta Silva o Pablo Milanés. Y eso no es una identificación, sino la prueba más rotunda de su condición de gran estilista, que le permitió en vida abarcar cuanto registro y cuanto acorde existe sobre el pentagrama; porque ella descubrió con su voz la maravilla de lo nuevo.
Elena se ha ido pero aquí, de pie, como decía en su canción, se ha quedado la Señora sentimiento, cuyo legado es la vigencia de su voz retratada en más de 20 LP y un enorme mapa sentimental por el que se guían las buenas razon. Elena Burke falleció el 9 de Diciembre de 1999.

Fernando Álvarez

"El bolero es mi vida" (I)

Confesiones de quien a los 60 años de ejercicio como cantante suma fuerza para cumplir una promesa

Por: WALDO GONZÁLEZ LÓPEZ
Fotos: GILBERTO RABASSA

"Cantar es mi vida y, sobre todo, cantar boleros", me dice con su verbo directo este cantante admirado por todos los cubanos que peinamos canas... o no peinamos ya casi nada. Y confiesa: "Es mi mayor placer. Me deleita hacerlo. En esto llevo ya casi seis décadas y hasta el fin de mi vida seguiré haciéndolo".

Fernando Álvarez, una de las clásicas voces del bolero cubano, en vísperas de sus fecundos 75 abriles, 60 de ellos cantando, charla con BOHEMIA, que desde su surgimiento ha seguido su rica trayectoria.

fernandez1a.jpg (13562 bytes)Fernando Álvarez se presenta actualmente en Dos Gardenias

"Empecé a los l6 años como profesional en mi querido Santiago de Cuba, pero desde muy niño, durante los recreos en la Escuela Primaria José de la Luz y Caballero, mis condiscípulos ya me pedían que cantara. Yo oía muchos boleros, sobre todo de Antonio Machín, en casa, donde mi familia amaba la música. Mi mamá y mis tías asistían a los oficios de mi abuelo, que era pastor de la iglesia."

No pudo estudiar música: ni una clase recibió en su vida, pues "había mucha hambre y debíamos trabajar en lo que fuera. En el Parque Dolores y en otros lugares de Santiago, mis tres hermanos y yo hacíamos de todo, limpiar zapatos y autos, vender periódicos..., lo que fuera con tal de buscar algún dinero para la casa, pues la cosa estaba dura de verdad. Con el tiempo, mi hermano Robertico sería bailarín, y Eddy, también músico, tocaría con la Orquesta Sensación."

Fernando comienza, por fin, con el grupo Los Hermanos Giro, que creó un primo suyo. Luego canta con Armonía Tropical y más tarde con la orquesta de Mariano Mercerón.

"El Benny era mi segundo padre"

"En la orquesta de Mariano Mercerón cantábamos Benny Moré, Pacho Alonso y yo. Un día el Benny me habla para hacer la Banda Gigante aquí en La Habana... Sí, tuve la suerte de que se interesara desde muy temprano en mí y en mi voz."

fernandez2.jpg (14185 bytes)Durante un ensayo en 1959 con el compositor y pianista Bebo Valdés.

El Benny, siempre respetuoso, tras hablar con sus padres, trajo con él a La Habana a Fernando, entonces adolescente. El muchacho estuvo durante cuatro años y medio en su fabulosa Jazz Band: "Con el Benny grabé la voz prima en el coro de la Banda y hasta me la prestó para grabar con la Panart, por lo que ya me conocían cuando fui a México. Mira, algo impensable en otros, pero normal en él: cuando Roberto Faz se va del Conjunto Casino, me hablan para integrarlo, se lo digo al Benny y me responde: ‘Compadre, no lo piense dos veces, porque al lado mío usted no va a ser una verdadera estrella.’ ¿Te das cuenta cómo era el Benny? Era mi segundo padre. Hizo por mí cosas increíbles, desde traerme a La Habana hasta confiar en mí ciegamente. Y esto no se olvida, compadre.

"Como cantante, qué te diría. Era un genio: lo cantaba todo y como nadie. Únicamente comparable con Carlos Gardel o Libertad Lamarque, voces y estilos que no se darán más nunca con tal calidad. Por eso los tres son clásicos."

Anecdotario particular

"Yo vivía en casa del Benny. Era su chofer, me ocupaba de lo que hiciera falta. Lo cuidaba con celo. Imagínate, era todo para mí. Eran tanta la comprensión y la afinidad mutuas, que un día me dijo: ‘Compadre, si yo tuviera un hermano como tú, qué feliz sería’.

"Mira, era tal la confianza del Benny en mí que cuando teníamos un bailable y se demoraba por algo (él, tan conversador, se detenía en cualquier esquina a compartir con cualquiera y ya se olvidaba hasta de que lo esperábamos ‘sus muchachos’, como decía), yo dirigía la Banda hasta que él se incorporaba, y entonces sí que subía la temperatura de los bailadores.

"Con el Benny fui a Haití y Colombia. En Panamá fue todo un éxito, pues ya me conocían por algunos de mis boleros, como Confidencia de amor, Cada noche que pasa y Canción de amor."

fernandez3.jpg (11529 bytes)En un rincón de su casa, en el Cerro, con algunos de los reconocimientos obtenidos.

"Mira, son muchas anécdotas. Recuerdo una especial. Debíamos tocar en un baile de la Sociedad Española de Placetas, pero estábamos acá en el Montmartre y ya era tarde. La tanda era a las diez y media de la noche y llegamos a la una y media. ¡Supón tú! Al llegar, el director de la Sociedad nos negó la entrada. No era para menos. Nos dice el Benny a Benítez y a mí: ‘Vámonos al bar de la esquina’. Allí, enseguida la gente le pidió que tocara algo. Y él dijo: ‘No puedo sin guitarra’. Enseguida apareció una y ya se repletó aquello, al punto que al rato ya no había nadie en la Sociedad, pues todos habían ido a escucharlo al bar, hasta el presidente, quien le rogó que regresara, pues ya no había ni un alma en la Sociedad."

Con el Conjunto Casino -que ahora cumple 65 años- Fernando Álvarez estuvo cerca de cuatro. Con esta agrupación grabó varios números como solista, entre ellos Ven aquí a la realidad y Venganza, que gustaron mucho, hicieron época, "al punto que merecieron un Disco de Oro en l959. Pero otros títulos exitosos fueron también La noche de anoche, Me recordarás, Llanto de luna, Si no eres tú, Humo y espuma..., números de grandes autores, los mejores, entre otros, Tania Castellanos, José Antonio Méndez, Portillo de la Luz, Jorge Mazón, Chelo Velázquez, Adolfo Guzmán, Yáñez y Gómez...